5 Mitos Para Adelgazar
Evitar los carbohidratos
La pasta, los cereales, el arroz y el pan pertenecen a la familia de los carbohidratos, unos nutrientes que proporcionan al organismo una fuente de energía de combustión lenta (mejor que la que aportan los dulces, de combustión rápida, que pueden provocar alteraciones del estado del ánimo y potenciar el estrés). Contienen además vitamina B, imprescindible para relajarse. Además, contribuyen a la asimilación del triptófano (un aminoácido relacionado con la producción de serotonina, un neurotransmisor encargado de regular el estado de ánimo además de ser un inductor del sueño). De este modo, se produce el descanso nocturno y los niveles de estrés disminuyen.
Fin a los dulces y a los caprichos
Tampoco hace falta renunciar a los pequeños placeres de la vida si queremos ponernos en forma. Según expertos, «para hacer dieta no es indispensable renunciar a cosas que te gusten, ni siquiera a los dulces, a los helados o a un plato de pasta con salsa bolognesa. Lo realmente necesario es plantearnos otro tipo de vida en la que estemos mucho más activos y adquiramos unos hábitos más saludables». Si conseguimos esto, podremos estar delgados incluso comiendo chocolate
Las frutas ácidas adelgazan
No es cierto ya que este mito «está asociado a los productos de limpieza, que siempre han comparado alimentos como el limón a acciones desengrasantes». No existe ningún alimento que tenga la función de adelgazar.
Los productos integrales adelgazan
Es cierto los productos integrales son ricos en fibra y producen una mayor sensación de saciedad que otro tipo de alimentos. Por ello, «si queremos estar saciados siempre será mejor comer pan integral que pan normal, o pastas integrales, puesto que comeremos una cantidad menor al estar más llenos». Pero en ningún caso los productos integrales facilitan la pérdida de peso: Podremos adelgazar si reducimos las cantidades, pero nunca comiendo un tipo de alimento determinado.
Saltarse una comida adelgaza
También es falso. De hecho, saltarse una comida es un mal hábito de vida que puede acabar por salirnos caro. Además, es posible que incremente en gran medida el hambre y acabemos comiendo de manera descontrolada durante la siguiente comida, consiguiendo precisamente lo contrario que nos proponíamos.